Todos los sistemas de meditación pretenden relajar la mente y alimentar el espíritu. Cuando la mente está agitada, se desbordan las ideas y los sentimientos, reaccionando ante todo, a veces de forma exagerada, haciendo que se disperse la fuerza vital. Como la mente está tan ocupada con este flujo, no puede dar toda su fuerza a ninguna idea o sentimiento, pierde agudeza y se dispersa y distrae. Es como los rayos del sol, si están extendidos, dan calor, pero si se concentran con una lente, tienen el poder suficiente para quemar un papel. Del mismo modo, cuando tranquilizamos la mente con la meditación, esta se concentra y fortalece con el flujo del Chi. Es lo que llamamos "poder de la mente".
La base fundamental de la práctica taoísta está en aprender a conservar la energía física en nuestros cuerpos para que deje de dispersarse y debilitarse como consecuencia de la influencia del mundo. Una independencia espiritual plena requiere que evitemos vaciamos de esta energía por los oíos, los, oídos, la nariz y la boca, o por un exceso de actividad sexual. El novicio del Sistema Taoísta empieza con una amplia gama de ejercicios que desarrollan el cuerpo físico, haciendo de él un organismo sano y eficiente, capaz de vivir en el mundo y mantenerse libre y al margen de las tensiones y el estrés de la vida diaria. Uno aspira a volver a un estado infantil de inocencia y vitalidad, para recuperar la Fuerza Original a la que tenemos derecho por el hecho de nacer. Los objetivos propios de este nivel son: aprender a curarse a sí mismo, a amarse a sí mismo y a amar a los demás...
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