La línea divisoria entre el terapeuta y el médico la marca la aguja. “Aunque en ninguna regulación sanitaria se diferencia entre aguja para inyectar líquidos y aguja de acupuntura, que ha sido utilizada por los acupuntores desde hace 50 años”, se queja la presidenta de APTN-COFENAT, Rafi Tur. Sin embargo, el presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Miquel Vilardell, opina que “la acupuntura debe de ser empleada en un modelo integrado con la medicina convencional” y, por lo tanto, cierra la puerta a que otros profesionales parasanitarios puedan ejercerla.
La complejidad de regular las terapias naturales
El principal problema radica en la situación de alegalidad en la que se encuentra actualmente inmerso el sector. Y es más: cada comunidad autónoma interpreta de manera diferente el lugar que deben de ocupar estas terapias. Por ejemplo, Catalunya aprobó el decreto 31/2007, por el cual se regulaban las condiciones para el ejercicio de determinadas terapias naturales como una manera de integrarlas en el sistema de salud. El Ministerio de Sanidad se opuso frontalmente y presentó un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) al considerar que los profesionales de estas terapias podrían cometer errores de diagnóstico y generar, como corolario, “peligro a la salud de las personas”. El tribunal suspendió de forma cautelar una parte sustancial del decreto: cinco de sus artículos y cuatro disposiciones transitorias.
Tres años después de aquel episodio, el sector vive sumergido en la arbitrariedad. “El propio juez muchas veces no sabe en qué basarse para analizar una demanda puesto que no existe regulación”, comenta Badrena. Al fin y al cabo, “se trata de una demanda social”, añade Rafi Tur. En este sentido, según un estudio realizado en el 2007 por el instituto DYM, el 23% de la población española ha recurrido alguna vez a este tipo de terapias. Los pacientes son los principales perjudicados por la falta de una normativa. Al no existir títulos oficiales ni homologados, los profesionales se mezclan con otros practicantes de terapias que no tienen la formación suficiente. “Hay gente que con un curso de 300 horas se cree que ya está capacitada para ejercer, mientras que los alumnos del Instituto Superior de Medicinas Tradicionales tienen que estudiar durante cuatro años para ser considerados profesionales”, dice Badrena.
Las terapias naturales, un sector en expansión
El sector de las terapias naturales ha crecido de una manera exponencial en el último decenio. Este fenómeno ha llevado a los colegios de médicos a crear secciones de acupuntura y homeopatía, que agrupan a los doctores que suman a su formación universitaria la práctica de dichas terapias. “Como técnica médica es necesaria su utilización responsable y, por lo tanto, es imprescindible un diagnóstico médico, un pronóstico y una indicación terapéutica para el tratamiento”, opina el presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Miquel Vilardell. Estos profesionales defienden que ambas especialidades sólo sean aplicadas por los médicos. Pero este criterio no es compartido en el resto de la UE, como ocurre Francia o Alemania, donde existe una regulación.
La falta de un marco común en la UE y los conflictos de intereses – médicos y farmacéuticos ven con recelo el asunto- hace que la regulación sea una tarea compleja. En el 2009 el Ministerio de Sanidad creó un comité para elaborar el estudio Análisis de situación de las terapias naturales. El informe fue criticado por los profesionales del sector, quienes consideraron que no reflejaba la realidad y que denigraba la figura del profesional de las terapias naturales con la aparición en el redactado de expresiones como la de “curandero”.
Aunque no existe ninguna regulación de este tipo de prácticas, paradójicamente, en 1990 el Gobierno español abrió un nuevo epígrafe del Impuesto de Actividades Empresariales (el 841) específicamente para profesionales parasanitarios. Esta regulación económica es vista por APTN-COFENAT como “una incongruencia” del sistema, ya que, por un lado, pueden darse de alta como negocio, pero por otro, no hay ninguna normativa sanitaria que regule su actividad. Un semivacío legal que pone en la cuerda floja a un sector al que recurren uno de cada cuatro españoles.
Fuente: La Vanguardia
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