ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN
Con sus dedos, duros como tornillos, tienta los músculos del pie y repasa: aquí tienes el hígado, aquí el corazón... Son 64 puntos, como una sala de máquinas que controla a distancia el cuerpo. Li Jun rechaza quitarse las gafas de sol mientras trabaja. Como la bata blanca, integran su uniforme. Las lleva con orgullo. «No prueban mi invalidez, sino mi puesto de trabajo», se justifica.
Hay unos 17 de millones de ciegos en China, según datos oficiales. Es difícil verlos fuera de los centros de masajes. La paradoja se acentúa en Pekín: el pavimento tiene relieves para ciegos, pero no hay ciegos en la calle. Algunos entonan viejas canciones en el metro con un vidente que toca el erhu, el violín chino. Los masajes de la medicina tradicional china son su principal salida laboral. Hay 150.000 masajistas invidentes (120.000 en salones de masaje; los restantes, dedicados a masajes terapéuticos), según la Federación de Personas Discapacitadas.
El masaje de ciegos moderno nació en el Hospital de Masajes de Pekín en 1958. El programa nacional incluye formación, exámenes, registro de clínicas y políticas fiscales favorables a los empleadores. El objetivo es dar salida a un colectivo que en China siempre lo tuvo siempre especialmente crudo.
Artículo completo: El Periódico
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